Garay se llamaba. Se llama. Bah, no se llama. Ni se llamaba. Yo le digo Garay. Ahora, porque antes le decía de otra manera. El primer año fue Garay, o tal vez fue su nombre (apellido) real, pero ya en segundo, cambió.
Capaz todo hubiera sido más fácil si las cosas pasaban en primero, antes de que termine ese año que es como de prueba. Aunque capaz no hubiera sido mejor, no sé. Pero segundo definitivamente no era el año para que pasara... Creo que hasta séptimo hubiera sido mejor, de alguna manera.
O capaz la culpa la tuvo el guardapolvo blanco. Porque cagarte un poco encima no está bueno, pero que sea sobre el inmaculado guardapolvo blanco, es mil veces peor...
El colegio no tenía inodoros en el baño de nenes, tenía sólo esos migitorios que son hasta el piso, que seguro las mujeres no conocen, y unas cosas horribles que podríamos llamar letrinas, aunque en sí iban a parar a la red cloacal. Eran horribles, había que apoyar los piecitos sobre la zona marcada a tal efecto, acuclillarse un poquito, como quien descansa en el área esperando que venga el centro, y ahí nomás, con los lienzos por la rodilla, dejar caer la bomba. Ahora que lo pienso, era horrible, una crueldad, un invento imposible, una burla tétrica. Fuerza, equilibrio, dirección, puntería, incomodida, todo junto había que hacer y aguantar ahí...
Y pobre Garay, no sé qué carajo hizo, pero cuando volvió a la clase, después de haber pedido permiso para ir al baño, tenía todo el guardapolvo cagado. No sé si una maniobra peligrosa salió mal, o si preferió limpiar un descuido en el blanco emblema que uniforma pero no iguala, no sé, pero tenía todo el guardapolvo cagado. A partir de ese día dejó de ser Garay, o lo que fuere que fuera, y pasó a ser Cacusitti. (con doble t, porque era italiano; era un apodo condenatorio, humillante, despiadado, de origen italiano)
Eso fue en el medio de segundo grado (el único año en que me pusieron amonestaciones, todo un hito para un alumno de primaria), y cuando el siguiente año empezó, Cacusitti ya no estaba.
Y es el día de hoy que todos los que recordamos la historia sabemos, reconocemos con cierta sorna y dolor, que le cagamos la vida. O si no la vida, al menos la infancia. A veces pienso qué pasaría si un día, sea en la calle, o en una reunión, o en un trabajo, o en una reunión de ex alumnos, o yendo al médico, nos cruzamos; y lo miro, y me mira, y nadie dice nada, pero los dos sabemos que él fue Cacusitti. Es Cacusitti, porque de eso no se vuelve...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario