Historias que no llevan a ningún lado: Dios te castigó

Dios te castigó

Es las situación más sencilla y odiosa del mundo (y esa, la adjetivación más exagerada del mundo): sábado a la noche, con unos pocos productos, haciendo la cola del super. Cadena nacional, no chino, ¿eh? Como Dios existe, y es argentino y bueno y amigo mío, al ver que yo quedo, con unos doce productos, muy atrás en la cola, en cuanto me ve ponerme, hace aparecer una chica de camisa roja que dice que desde el señor de adelante mío para atrás, y en el orden que estamos, podemos pasar a la otra caja, que ella acaba de abrir.
Aleluya hermanos.
Yo me agacho, y agarro el ¿cómo se llama eso, canastito? y mientras agachado apunto la mirada a la futura fila, veo: a mi derecha, el señor de adelante mío, que va directo a la caja; a mi izquierda, una pareja que, lista, espera que yo me mueva para mudars; y justo enfrente mío, un señor de la otra cola, de la que estaba más a la izquierda aún, no involucrada en lo más mínimo en la maniobra, apresurarse para ponerse detrás del señor que está ya descargando productos en la caja. Señor, dame fuerzas.
Y el Señor me las dio, no sé ni de dónde las sacó, porque posta, debe haber sido una tonelada de mil buenas ondas, o no sé qué. Yo sencillamente me paré al lado del señor, y lo miré. Y lo miré. Habrán sido cinco segundos, pero es mucho, y el señor, que evidentemente tenía el culo sucio, me mira y pregunta ¿Qué?
¿Qué? me dice el hijo de puta, como si no supiera qué. Diosito, diosito...
Yo nada más lo miro, no atino a hablar. Y en seguida, él: Estaba acá.
Ah, no, te pasás, hijo de puta!
Tremendo... digo yo por lo bajo, que no lo es tanto.
¿Cómo? dice el viejo (que no era viejo, pero era más mayor que yo, más bien del noveno septenio)
Que es tremendo, digo. ¡¿Usté estaba acá, seguro?! Pero debo decir que desde un comienzo, y todo el tiempo, durante todo el tiempo, y lo digo ahora para no repetirlo, porque es importante, siempre tuve una sonrisa. Porque Dios existe, si no no lo puedo entender.
Sí, estaba ahí-- Ah, hijo de puta, me decís Sí, y la siguiente palabra empieza a admitir que no!-- porque yo había venido primero acá.
Bastaba con pedirlo.
¿Eh?
Bastaba con pedirlo. Si necesitaba pasar antes me lo pedía, y yo lo dejaba, dije con una sonrisa. Y era cierto. Me costaría negarme si alguien me lo pide, y además el viejo tenía un sólo producto, una pizza preparada, de esas que sólo ha de meterse al horno. Tantas veces había ofrecido que alguien pasara de motu proprio, si me lo pedía, lo dejaba.
Bueno... No se enoje... , deslizó, no sé si por miedo a la violencia, o por decir algo. Yo no estaba violento ni enojado.
No me enojo, pero no es correcto...
Pasa que yo vine acá, me dijeron que no, fui allá, y entonces justo que me dicen que no abren acá, y yo me vine...
Entiendo. Pero todo eso me lo dice antes, no intenta pasarse...
Bueh, pero si tengo que andar recitando todo el abecedario nos quedamos hasta mañana...! dijo casi fastidiado, como si el desubicado, el que planteaba boludeces, fuera yo.
Sin embargo tanto no nos llevó, eh..., y yo seguía con la sonrisa ahí, calvada, un fastidio total, erea incapaz de enojarme. #graciadió
Beuh... dijo el tipo, ya con fastidio, ya con todo el peso de su propia frustración, ya sabiendo que no podía decir nada (nunca había podido) y estaba condenado a disculparse o callarse. Sin embargo, el hijoputa no toma ninguno de los dos caminos, sino que pide por favor que uno lo mande a la re mierda.
Ya está, dice, y apoya la pizza al lado de la cajera, esgrimiendo un billete de cien. Por un lado, me caga de arriba de un puente: ya está, paso yo, mirá qué lindo te cagué y me salí con la mía. Por otro lado, con la culpa, apura a la cajera con el billete en mano para que le cobre.
No hay cambio, dice la cajera mientras termina con el cliente anterior.
Dios existe.
El viejo no lo puede creer. En seguida, a lo suyo: ¡¿y no pueden conseguir?! No, no hay en la línea, dice la chica, como si el viejo (o nosotros, para el caso) supiera qué es la línea, que alcance tiene, qué significa realmente. No hay cambio, repite la chica, sin parar.
Bueno, ganaste, dice el viejo, tira la pizza (es decir, la toma de la cinta sólo para poder tirarla) y se va, mientras murmura Gracias por la atención, gracias por todo eh... ahí tenés, ganaste vos...
Yo no le contesté, ya estaba sacando mis productos para acomodarlos en la cinta, cerca de la cajera. Me dio un poco de pena, porque después de todo el señor sólo quería comer algo. Pero Dios obra de manera misteriosas, y a la vez parece que se divierte barato el hijo de puta. Ahí tenés, viejo, la próxima vez no seas graca puto sorete mala leche mentiroso, porque Dios te va a castigar.

3 comentarios:

¡Mondoke! dijo...

En momentos así, efectivamente uno siente que Dios existe y odia a los enemigos de uno.

Anónimo dijo...

pobre viejito, gracias a dios no existe dios. :)

saludos!

Subjuntivo dijo...

Pobre, bueno, pero era un turro sarpador el viejito, fue su propia ponzoña nomás...