Historias que no llevan a ningún lado: Serie personajes: Esteban

Serie personajes: Esteban

Yo estaba esperando el ascensor en la recepción del piso 17, del lado de afuera de la puerta de vidrio. Entonces se abrió la puerta y apareció Esteban.
A Esteban lo conozco porque es jefe de algunos de mis alumnos en esa empresa, y cada tanto lo cruzo en los pasillos. Para ser franco, lo conozco también porque estos empleados –y se rumorea que casi todo el mundo, para el caso– no lo bancan. El tipo es en general bueno pero insufrible, aunque a veces también, cuando quiere –así lo dicen– bastante forro. Esto es lo que dicen, yo no sé, nunca más que hola y chau, salvo por esa vez que vino a la clase, se disculpó varias veces por interrumpir, y nos convidó facturas por su cumple. (a juzgar por las facturas, debe ser un pijotero que merece la pena capital, pero claro, si vamos a juzgar a las personas por las facturas...)
Así que cuando se abrió la puerta, y yo en un reflejo me di vuelta y salió Esteban, yo saludé. Y ahí empezó oficialmente ese momento incómodo en el que esperás el ascensor y no tenés nada de qué hablar, y sería mejor no decir nada, pero el silencio jode, y algo hay que decir, y antes de que te des cuenta,
Uf, no vienen más, eh?!, jajaja, rió Esteban, que tenía la particularidad de reir excesivamente y de manera muy falsa cuando era absolutamente innecesario hacerlo.
Sí, siemrpe es complicado con estos ascensores, son cuatro, pero siempre tardan.... Casi que si tenés que ir hasta el siete te conviene bajar por las escaleras. Si vas a planta baja, o si tenés que subir, no, porque te cansás... No sé qué quiso ser ese comentario más que una devolución al comentario de Esteban, una cuestión social, no más.
Esteban sin embargo lo tomó muy seriamente. Mmmmmhhhhsssse... musitó primero, y entonces, mientras miraba hacia arriba, con un aire que podría haber parecido muy filosófico pero era en realidad que estaba mirando las flechitas de los ascensores esperando que alguna se iluminara, dijo:
¿Alguna vez fuiste al Cristo Redentor?
Yo recordé inmediatamente un comentario de uno de mis alumnos diciendo que había en la oficina uno de esos fanáticos católicos, que a la primera de cambio te saltan con la evangelización gratuita. Cagamos, pensé sin más, ahora me sale con que Cristo esto y aquello. Lo mando a la mierda sin reparos, pensé, convencido, un viernes al mediodía no me jodas, son el Anticristo en persona, carajo!
No... respondí, intentando dar a conocer mis intenciones inmediatamente.
Ah, tenés que ir, es hermoso! dijo, y siempre con esa sonrisa guasónica ahí plantada.
Yo respondí con la cara y algún sonido indescriptible, esperando que la próxima oración empezara con Cristo, Dios, El Señor, o algo así. Relojeé las flechitas: nada.
Te voy a dar un dato que te va a servir, dijo, e hizo una pausa, para crear tensión, misterio; y yo sólo pensaba que sólo dilatando una cuestión que no iba a ser placentera, y se volvía agónica. Hablame de dios, te mando al infierno, y lo terminamos acá, dale.
Al Cristo se sube, en primera. Y se baja –aquí hizo una pausa más larga, como si quisiera indicar que el verdadero secreto, el yeite de oro, estaba en la bajada más que en la subida–, en primera.
Silencio. Sonrisa. Silencio.
Convencido de que me estaba parafraseando un salmo o una profecía, no supe qué decir. Le sonreí con cara de tonto (ha de haber sido rapport en el fondo) y esperé el reamte evangelizador. Justo ahí sonó la flechita, y ambos, sin dejar de mirarnos, nos acercamos a la puerta del ascensor.
Acordate, me dijo, te va a servir.
Bueno, voy a intentarlo, dije, aunque no tengo ni idea qué significa; y todo esto sonriendo siempre, los dos.
¿Ah, no manejás vos? dijo sorprendido. Es un camin...
Ah, ah, sí, claro, sí, conozco, en Mendoza, claro....
Claro, y lo tenés que subir y bajar siempre en primera...
Ahí se abrieron las puertas, y –¡Alabado sea el Señor!– había mucha gente, de modo que no volvimos a hablar, salvo para el buen fin de semana de cortesía. 

1 comentario:

Juan Solo dijo...

Che, ¡se notaba de entrada que no tenía nada que ver con lo religioso! Te perseguiste un poco, me parece. Debe ser porque en tu vida falta Dios: si te encomendases a Él y le entregaras tu alma, esperar los ascensores sería mucho más placentero, y luego, en la Vida Eterna, podrías conversar para siempre con todos los Estébanes. Pensalo y, si querés, cualquier sábado a la mañana paso por tu casa para explicarte más.