Historias que no llevan a ningún lado: Un plato que se sirve frío

Un plato que se sirve frío


Hace seis meses llegaba un sofá a mi casa. El señor lo dejaba en la puerta del edificio, yo le decía que estaba bien, que gracias. Minutos después descubría que el mismo no entraba en el ascensor. Eran milímetros, literalmente, pero no entraba. El muchacho de seguridad del edificio me miraba. Me miraba. 
No le pedí ayuda, no me habría animado. Para empezar, habría sido demasiado esperar que me ayudara a subirlo nueve pisos. Por otro lado, ni yo quería subirlo nueve pisos. Me habría conformado con un comentario piadoso, con alguna ayuda al menos espiritual, con una palabra de aliento vacía. Con un gesto. Con... pero no hubo nada.

Supuse que si sacaba la manija de la puerta del ascensor podía hacerlo entrar. Para intentarlo debía encontrar al encargado: necesitaba su permiso, y una herramienta que no tenía para quitarla, y después para volver a ponerla. Esperé más de una hora, pues era el horario de descanso. Finalmente lo encontré. Me prestó la llave, quité la llave, metí el sofá, y después a la inversa. El muchacho de seguridad me miraba. Me miraba.


Seis meses después llegaba yo de trabajar, con una bola de abarrotes en la mano derecha, del mismo lado del que colgaba la mochila con los libros. El muchacho de seguridad estaba sobre el costado del palier, en el pasillo que da al garaje, comiendo. Uno de los dos ascensores estaba fuera de servicio. El otro, en el piso cuatro, subiendo. Tenía que ir hasta el dieciocho y bajar. Yo esperaba. Esperaba.

Entonces, tos. La tos del muchacho de seguridad. Cada vez más fuerte, más atorada. Como el muchacho, que se había atorado con algún pedazo de algo de su comida. Me volteé, tanta era la insistencia de la voz. El muchacho tosía con ganas, intentando expulsar el objeto. Doblado, tosía con ganas, desesperadamente. Yo miraba. El muchacho me miró, o eso me pareció. Yo lo miraba. Me dije que si se ponía violeta, azul, o algún tono parecido, tendría que ayudarlo. Lo miraba. Entonces llegó el ascensor. En seguida el sonido de la tos se fue alejando, como en un disco de los sesentas.

4 comentarios:

Julia S. dijo...

Oiga, amigo, ¡le faltó el final! Me imagino cómo termina, pero no nos deje con las ganas...

Subjuntivo dijo...

Uy, muchas gracias!
Igual, lo escribí rapidito; ahora que lo veo de nuevo, no es la gran cosa el final. Ni tampoco el texto completo.
En fin... ¡gracias!

S.

Medias para Ojotas dijo...

Golpear con guante blanco, o no.

Subjuntivo dijo...

That is the question. :P