Historias que no llevan a ningún lado: Boxing Bear

Boxing Bear


Nunca se supo bien qué le pasó, o tal vez no importe nada.
La historia es bastante sencilla, como todas.

El tipo es boxeador. Le va bien, cada vez mejor. Rápidamente empieza a escalar, y llega a una pelea importante, en la cual finlamente logra la atención de todos los que, se espera, le presten atención.

El fulano sube al ring y hace lo que sabe hacer. Tira derechas e izquierdas, mueve la cintura, pone cara de malo, suda y sangra. 

Como al round siete, o tal vez ocho, no recuerdo bien, le pone una directa al enemigo —adversario, contrincante, retador— que lo tira de culo. La gente, sedienta de sangre, como debe, viva, grita, se para, grita. El fulano se aleja, y lo mira al contrincante. Viene la cuenta. No se levanta.

Terminada la cuenta se decreta la victoria, y viene lo de siempre, andadas y cinturón, y gritos, y viene un señor con un micrófono, y dice alguna cosa, y le levanta el brazo. Y el tipo se suelta el brazo, y le arrebata el micrófono, y lo mira muy serio. Todo es estupor. Como puede, con toda la boca hinchada, el tipo dice, en el micrófono, por sobre el silencio que se hizo repentinamente:

«¿Qué victoria, qué ganador, qué festejan? Ahí en el piso hay un pibe incosciente, que no se puede levantar, ¿qué festejan? Ese pibe terminó acá por los mismos motivos que yo, probablemente: porque comprendió que en el mundo no había mucho más que boludeces para él si no podía hacer algo grande, porque no quería pasarse la vida laburando por dos mangos en una fábrica, para preguntarse a fin de mes cómo mierda iba a darle de comer a los pibes. Vino acá para ver si la pegaba, y zafaba, como la mayoría; ahora está tirado en el piso, incosciente, y se supone que yo haya ganado, y él perdido? Ustedes están tods enfermos, y nosotros también, que venimos acá a someternos a esto. Pero la diferencia es que nosotros venimos a buscar un mango, una salvación, y ustedes vienen por gusto, para regodearse en su morbo, y vivar por quien sea que caiga, sea él, yo, o cualquiera. Ese pibe cayó, pero podría haber sido yo. O podría haber sido cualquiera de ustedes, si hubieran tenido los huevos de venir acá y poner la caripela donde la ponemos nosotros, en lugar de sentarse en sus asientos y chequear los mensajes en el celular, o ver cuándo iban a ganra con las apuestas. Yo no tengo muchos estudios, ni soy muy inteligente, pero sé que estoy enfermo, pero no tanto como ustedes, manga de mierdas, qué me vienen a hablar de victoria o ganadores.»

Después tiró el micrófono, y se fue, mientras una cámara de la televisión local lo seguía hasta los vestuarios.

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