Se escucha la chicharra, justo en el momento en que el señor termina de bajar la escalera. En un rápido movimiento se acerca a la puerta, mientras la chicharra todavía suena. Lo separan de esta unos tres metros, y mientras se aproxima, todo lo rápido que le permite la edad, hace contacto visual con el guarda, a la vez que hace una mueca gentil, y levanta la mano en forma de stop.
Yo veo todo esto desde el otro lado de la puerta, demasiado lejos como poner el pie o hacer nada. Todo es un segundo: el señor que se apura, la mueca, el gesto, y siempre la chicharra.
Y entonces, cuando su nariz está a no más de treinta centímetros, se oye un pffffff y la puerta se cierra. El señor deshace la mueca, baja el brazo, se frena, y se echa levemente hacia atrás; pero sin perder el contacto visual con el guarda. Arranca el tren.
Como la vida misma.
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