Historias que no llevan a ningún lado: Tumbar la máquina

Tumbar la máquina

Eran los noventas. En los noventas, todo era barato, fácil había de todo, siempre sobraba, siempre más.

En la empresa, una de esas que por esos días se enriquecía de veras con la ignorancia de otros, habían decidido darnos bebidas gratis. Era el momento en el que se empezaba a poner de moda "tratar bien al empleado". O sea, darles bebida y café gratis.

Yo trabajaba en el sexto piso de un conocido edificio, piso que compartíamos con una famosa radio. Básicamente se trataba de una puerta que daba a los ascensores, que tenía un pasillo, a la izquierda del cual estaban las oficinas. Y hacia el final de aquel pasillo, habían puesto una máquina de café, y otra de gaseosas.

La de gaseosas era de las grandes, esas que tienen hileras a la vista, y latas o botellas "apiladas" en ellas. Todo muy lindo, con mucha luz, lindos botones, etc. Eran de la línea Coca, y arriba de todo, Gatorade.

Todo anduvo muy bien un tiempo, pero el genio del ser humano pudo más, y la gente empezó a descubrir que, si era gratis, si sólo había que apretar el botón, y el espiral giraba y la lata caía y vos la agarrabas y podías con ella hacer lo que quisieras, entonces, técnicamente, tenías gaseosa gratis de por vida. Y fue así que la gente empezó a aprovechar los ratos libres, cuando aún no existía facebook, para ir al pasillo, disimuladamente haciendo lo que todos sabían, y llenarse la mochila de latas. Primero fueron unos pocos, y unas pocas, y mochilas chicas. Después, como eran los noventas, siempre más.

Hasta que un día, lógicamente, alguien se cansó. Entonces le pusieron a las gaseosas un valor. Menor, realmente, comparado con el precio de la gaseosa en otro lado; pero un valor que pagar, al fin.

Yo trabajaba en una oficina de vejetes, con dos que tenían más o menos mi edad. Y nosotros nunca nos habíamos llevado latas en mochilas, y no ganamos tanto como los vejetes (yo en particular era cadete), y no teníamos ganas de pagar, ni por la gaseosa ni por los errores de otros.

De modo que, en cuanto empezó el nuevo régimen, empezamos a buscar alternativas. Pero no parecía haber muchas, realmente. Había que poner la moneda, y esperar que caiga la lata, no mucho más. Probamos con el truco que de chicos nos había funcionado con los fichines, con el alambre en la ranura, pero no funcionó: evidentemente, alguien había mejorado el sistema. Probamos desde abajo, recorriendo con el brazo la trayectoria de la lata. Imposible. No sólo el brazo no entraba, sino que nunca hubiera llegado a la primera fila siquiera. El vidrio del frente, provocador, mostrando pero no entregando, no podía romperse. No debía romperse. Porque además, el método tenía que permitir sacar gaseosa a diario, no un vandalismo ocasional.

Hasta que decidimos ir a lo más absurdo, lo más primal, lo más brutal. La golpeamos. La máquina media unos dos metros de alto al menos, tal vez casi un metro y medio de ancho, y quien sabe cuánto de profundo. Y no tuvimos mejor idea que golpearla. En realidad, no era cuestión de golpearla, sino de moverla. Mejor aún.

A fuerza del más primigenio método científico, descubrimos la manera. Había que juntar dos personas, que a la vez, se apoyaran sobre el borde superior, empujaran hacia arriba-adelante, la inclinaran unos pocos centímetros, y después, sin violencia, la dejaran caer. Bien practicada, la maniobra entregaba unas dos o tres latas. Podía repetirse, por supuesto, pero no siempre entregaba.

No podía elegirse la bebida, no podía estar uno seguro que iba a funcionar, había que ver que no hubiera gente alrededor, había que tratar de que no hubiera mucho silencio (hacía un ruido alarmante al caer), había que evitar que nada se rompiera, había que tener cuidado que no cayeran muchas de la fila superior, porque esas eran de vidrio… en fin, una infinidad de cuestiones a tener en cuenta. Pero de cualquier modo, nos las arreglamos para tomar bebidas gratis por varios meses más.

Cuando los noventas empezaron a extinguirse, cambiaron varias cosas, entre ellas la máquina. La nueva era mucho más compacta, y el truco ya no funcionaba.

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