Historias que no llevan a ningún lado: Pichón

Pichón

Le decían Pichón. Tanto, que no recuerdo su nombre. Le decían Pichón. Porque era pequeño de tamaño, Nunca fue mi amigo, a lo sumo un compañero de un trabajo de esos en los que todos somos compañeros, si es que pueden entenderlo.}

Eramos cadetes, todos ahí. Yo era el más chico. No tenía apodo, y si tenía, era indecoroso, y no me lo decían. Yo estudiaba, y eso, ahí, era mucho.

Para mí era suficiente, pero nunca dejó de asombrarme cómo muchos, con ese sueldo de miseria que yo derrochaba en remeras rockeras, salidas y ahorros mínimos para el bajo y el equipo, mantenían familias.

El tiempo pasó, y el prejuicio de que si yo estudiaba era mejor, me hizo prosperar. Tal vez es cierto que para la multinacional yo era mejor, más útil, más próspero, pero la medida es bastante pobre, bastante vana.

Lo cierto es que, como fuera, el tiempo pasó, y yo dejé la mayordomía (la oficina de cadetes), y pasé por varios lugares. Dejé aquella empresa de morondanga en la que trabajábamos, para pasar a trabajar directamente para la multinacional. No habrían pasado más de cinco años. Yo tendría unos veinticuatro, o uno más; Pichón, unos cinco más que yo, calculo. Por esa época trabajaba yo en el último trabajo que tuve allí, en el departamento legal de la empresa.

No soy abogado, nunca pensé en serlo, y nunca lo sería, creo. Pero ese no  es el punto. El punto es que el nombre suena bien. Aprendí mucho, aun a mi pesar, y tengo grandes recuerdos de eso. Pero ese tampoco es el punto.


El punto es que un día cualquiera fui a atender la ventanilla, como le decíamos nosotros, que no atendíamos al público, pero a veces teníamos que atender a algún público. Te buscan en la puerta, me dijeron. Y era raro, porque a mí nunca me busca nadie, más bien lo contrario.

Era Pichón, claro, por si alguien no lo había presumido ya. Hola, qué hacés, cómo va, esas cosas… Haría unos tres años que no hablábamos (nunca fue mi amigo, a lo sumo compañeros). El seguíaen aquella empresa, yo ahora calzaba saco y corbata; él, el uniforme de siempre.

Pichón no mantenía a una familia, pero algo así. Todos le tenían cierta simpatía por eso también. El hermano era un vago, hecho y derecho. El padre, alcohólico. La madre había muerto hacía unos años. El era lo que los legalistas llaman sostén de familia. Vivía en Merlo y tenía una Chevy destartalada, recuerdo eso.


Che, necesito una mano, me dijo. O algo así. Que necesitaba algo de asesoramiento legal, me dijo. Acá no dan asesoramiento legal, le dije, y era verdad. Para eso hay otra oficina, pero ni te atienden, son unas forros, le dije. Y era verdad. Acá hacemos giladas de oficios y eso…Yo te averiguo, pero no la veo, le dije.


Qué qué pasó, le pregunté. Le estoy haciendo juicio a S------ (la empresa de limpieza que además tenía cadetes ahí) Ah, genial, le dije. Qué paguen de una vez esos mierdas, le dije; o lo pensé.


Pero en todo este tiempo no se me escapaba que el Pichón que veía no era el que conocía. Tenía menos pelo (estaba rapado a uno, pero igual se notaba), tenía la voz diferente (aunque podía ser por el pucho, pensé), y tenía un aspecto desmejorado (que es una expresión de abuela, pero igual aplica).


Pero que pasó, pregunté. Hubo un silencio. Corto, pero hubo. Qué, no te enteraste?, preguntó. Y  es que uno a veces, ni me importa por qué, asume que todos saben lo que uno u otros saben. Y no, la verdad era que no. Tengo cáncer. De pulmón. Hubo otro silencio.

Supongo que un silencio es lo menos oportuno que podía haber, pero lo más sincero que yo podía hacer. Me quedé sin habla, y de eso se ha visto poco. Lo miré, como ya lo había mirado, pero ahora con la información necesaria. Lo miré, me miró.

No, no sabía loco, perdoname…no sé…esteee…estás bien?  Sí, con tratamiento, viste, esas giladas…pero el tema es que no me quieren cubrir ni el tratamiento, ni los medicamentos, ni nada, unos mierdas…y me dijeron que me tienen que cubrir, pero no sé....

Mirá, loco, no sé, pero te puedo averiguar…yo pregunto… el tema es que acá nadie va a jugarse en contra de la empresa, viste? No sé qué decirte, son unos mierdas… Yo averiguo, pero acá, posta, ni bola...

Está todo bien, me dijo, yo porque algo tengo que hacer, viste? Sí, obvio…Mirá, yo pregunto acá, pero te diría que igual, más allá de todo, te consigas tu boga, y lo pongas a laburar a full, son unos hijos de puta, pero te tienen que cubrir, loco…

Y la conversación siguió quiénsabecómo. Las giladas de siempre, pero una empresa se tiraba a chanta, como lo había hecho siemrpe, y un pibe estaba enfermo, muy enfermo. Pero para ellos eran sólo legajos. Yo siempre pensé que al rengo que llevaba la empresa, al dueño, un dios que no existe le había dado lo que se merecía, un bastón de palo, de madera de mierda, para que recordara a cada paso del resto de su puta vida, que algo había hecho para merecerlo.

Y yo no debo haber sido mucho mejor. Averigué, sí, pero nada llevó a nada, y quedó todo ahí, y Pichón siguió con lo suyo, y después murió, eso me contaron algunos después. Y Pichón no tenía más que unos pocos años más que yo, y yo, decían, era joven; pero ahora no sé, porque no sé qué hice para ayudar a ese Pichón que no voló muy lejos. Tal vez algo hice, no sé, tal vez no; tal vez no era yo quien tenía que ayudarlo, o tal vez sí.

Ojalá hubiera un cielo y un infierno, y que vaya cada uno a dónde le corresponda.

No hay comentarios.: