Historias que no llevan a ningún lado: Marianita

Marianita

Le habían robado el celular hacía poco, a Mariana. Y ese día, Mariana se había ido a comprar un celular nuevo. Volvía a la casa con la madre, con su bolsa de celular nuevo, y dos mil pesos en el bolsillo que había cobrado de un trabajo.

Al llegar a la casa, en alguna cuadra tranquila del barrio de Caballito, ve que hay un chico de delivery en la puerta. Lo reconoce porque tiene una bicicleta con uno de esos cuadraditos térmicos tan útiles atado atrás. Sólo que, resulta, el señor no hacía delivery, sino que se dedicaba a esperar a que cayera algún desprevenido, o algo por el estilo.

No bien acercarse a la puerta, son increpadas por el señorito, que les pide que entreguen esto y aquello, so pena de quiensabequé, porque Mariana dice no recordar haber visto ningún arma. Lo primero que toma es la colorida bolsa de celular nuevo, que tiene dentro un celular nuevo, sin uso, sin estrenar, sin haber funcionado nunca más que para pavonearse ante posibles compradores. Toma alguna cartera, billetera, pide más, y entonces, en medio de su rutina, llega un auto al edificio.

Entra al garage, y al pasar a escasos metros del asunto, toca bocina. El señorito se asusta, toma lo que tiene, y desiste de la intención que aparentemente empezaba a mostrar de querer entrar con ellas al departamento. Toma la bicicleta y sale pitando.

Madre e hija suben al departamento, todavía aturdidas, asustadas, con bronca, con miedo, shockeadas. No pasan más de dos minutos, y se abre la puerta. Es el padre de una y el marido de la otra, que con una sonrisa, e inocentemente, mientras cierran la puerta:

Les toqué bocina, no me vieron… ¿Pidieron comida?

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